El TTIP, el acuerdo comercial que negocian Estados Unidos y la Unión Europea, es un ambicioso proyecto cuyo principal objetivo es uniformizar las reglas que rigen el intercambio entre los dos gigantes mundiales.
En primer lugar para crear riqueza para las empresas (y teóricamente para los asalariados) incrementando todavía más los intercambios entre los dos socios.Actualmente, Estados Unidos exporta cada día más de 700 millones de dólares de mercancías a Europa.
"Ofrece un potencial extraordinario en términos de empleo y de crecimiento", afirmaba en 2015 la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström.
Un estudio hecho en 2013 por el Centre for Economic Policy Research de Londres adelantaba la cifra de 119.000 millones de dólares de ganancias anuales para la UE y 95.000 para Estados Unidos.
Las negociaciones se llevan a cabo en sesiones de cinco días (la 13ª tiene lugar esta semana en Nueva York), y aunque la Comisión publica resúmenes, numerosas voces denuncian su opacidad.
Y hay una segunda parte, no anunciada, pero que tiene una importancia crucial: si Europa y Estados Unidos llegan a acordar un marco comercial entre ellos, tienen una posibilidad de poder imponerlo posteriormente a los demás.
"Si se hace, nos convertimos en los dueños del estándar mundial", según el exdirector de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Pascal Lamy. "Los coreanos, los japoneses, los chinos deberán ajustarse a una la norma euroestadounidense". El único matiz es que Estados Unidos acaba de firmar con 12 socios asiáticos y americanos el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), con esos mismos objetivos.
El acrónimo en inglés de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión cubre un espectro muy amplio.
La Comisión Europea, que negocia en nombre del Viejo Continente, lo resume en tres grandes partes, cada una de las cuales incidirá en los intercambios comerciales en su conjunto, en la vida de las empresas y en los ciudadanos.
La primera es "el acceso al mercado". Se trata de rebajar los aranceles de las mercancías, facilitar el acceso de las empresas de servicios a los mercados extranjeros, permitir a las empresas que respondan a las licitación públicas y tratar de garantizar que estas reglas solo se apliquen a productos fabricados en Europa o Estados Unidos.
Estados Unidos desea solucionar algunas incoherencias como el hecho que sus productores de aceite de oliva pagan 1.680 dólares de derechos de aduana por tonelada exportada hacia la UE, cuando los europeos solo pagan 34. (+Finanzas.com)