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El exministro Heizo Takenaka pilotó el rescate masivo de los bancos japoneses, quiso darles una lección poniendo algunos al borde de la quiebra y su Gobierno aprobó una ley para que los directivos de las entidades salvadas tuvieran que pagar por ello.
No es popular en España, pero todos los estudiantes de crisis bancarias lo conocen bien y para sus compatriotas es tan celebrity como pueda serlo un ministro de Economía que desafió a sus sistemas financieros, poblados entonces multinacionales incapaces de dar crédito a hogares y empresas. Sus balances estaban llenos de agujeros.
Takenaka tuvo una rápida y fulgurante carrera política que comenzó en 2001 y culminó en 2006, cuando colgó las botas después de que la privatización del Japan Post fracasara e hiriese de muerte la popularidad de su Gobierno. No se arrepiente de haberlo intentado: «lo que pueda hacer el sector privado tiene que hacerlo el sector privado» a pesar de los «intereses creados de sindicatos y monopolistas».
Pero el capitalismo de quien ahora dirige el del Instituto de Investigación para la Seguridad Global de la Universidad de Keio sigue teniendo una profunda fibra moral. Para él ni vale todo en el mercado ni los altos directivos deben salir airosos después de quebrar sus empresas y provocar la intervención del Estado. No hablan las palabras de un académico, sino los puños magullados de la experiencia de un político con alma de boxeador.
Odio a los bancosTakenaka reconoce que hoy, al igual que cuando tuvo que rescatar a las entidades financieras, «el público odia a los bancos y hace falta un buen líder que explique a los ciudadanos que no estamos salvando a las empresas sino todo el sistema financiero». Sin crédito no hay empleo, no hay consumo y el empobrecimiento cabalga sin control, enloquecido, a sus anchas. Por eso hay que utilizar el dinero de los impuestos para estabilizar «a los mismos bancos que han ayudado a provocar la crisis aunque resulte impopular».
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