(Argemino Barro / Nueva York)

Están por todas partes, disimulados en la maraña urbana. Desde la familia desahuciada que arrastra sus pertenencias hacia un albergue carcomido e inseguro, hasta las hileras de hombres abrasados por el alcohol en las galerías del metro, Nueva York cuenta hoy con más de 60.000 personas sin hogar, casiel doble que hace diez años. Un récord desde la Gran Depresión.
La causa principal es el precio de la vivienda, la bestia negra de los neoyorquinos. La demanda y los planes inmobiliarios han hecho que un apartamento en Manhattan valga dos millones de dólares de media y el alquiler típico supere los 4.000 dólares al mes. La opción más barata, una habitación en un piso compartido (con ratones y radiadores prehistóricos), rara vez baja de los mil mensuales. Por eso, el neoyorquino gasta el 60% del sueldo en el alquiler, el doble de lo recomendado por el Gobierno para una vida sostenible. A esto se añaden los recortes sociales.
La cantidad de personas sin hogar registradas en Nueva York tuvo un repunte feroz en 2011: el año en que el anterior alcalde, Michael Bloomberg, canceló el programa de subsidios al alquiler, que ya era una versión aguada de iniciativas anteriores. En 2015 la población sin hogar había crecido un 50% hasta los máximos actuales.
“Tenemos una crisis de vivienda asequible”, dice a El Confidencial Giselle Routhier, directora de políticas de la Coalición para los Sin Hogar (CFTH, por sus siglas en inglés). “El aumento de 2011 se debe en parte a que la anterior administración eliminó todas las formas de ayudas al alquiler para que las familias sin hogar pudiesen dejar los albergue. En el último año, la alcaldía actual ha reformulado las prioridades de los recursos a la vivienda y creado subsidios para el alquiler”.

Este fue uno de los mayores problemas con los que se encontró el alcalde actual, Bill de Blasio, cuando llegó al poder en 2014. La presión de ONGs y medios de comunicación provocó cambios en su gabinete y la readopción de ayudas al alquiler. Desde entonces, su administración ha limitado la expulsión de familias a la calle, pero el número de solteros adultos sin hogar continúa aumentando, en parte, según Routher, porque “experimentan problemas de enfermedades mentales, abuso de sustancias o minusvalías físicas y no pueden acceder a la vivienda o servicios de ayuda”. (+El Confidencial)