Su intención era cumplir su contrato hasta junio de 2018 y luego decidir
El club confía en que lo reconsidere, como hizo con Argentina
(MARCA).-Sucedió durante la segunda semana de julio, mientras intentaba desconectar en vacaciones con su mujer, Antonella, sus dos hijos y la familia de su esposa en las cristalinas aguas de Ibiza, para lo que se alquiló un yate. Después de darle muchas vueltas en su cabeza, Leo Messi tomó una decisión que puede ser trascendental: no renovar su contrato con el Barcelona y esperar a que finalice en año y medio para decidir su futuro. Habló entonces con su padre y con otra persona, a los que pidió que transmitieran sus intenciones al presidente azulgrana, a quien incluso llegaron a plantearle la posibilidad de que no acabara dicho vínculo, que termina el 30 de junio de 2018.
Tras reponerse del comprensible susto, el mandatario azulgrana, Josep María Bartomeu recomendó calma, pidió que se lo pensara dos veces y remitió a la cláusula de rescisión de 250 millones que figura en su contrato tras la séptima y por ahora última renovación del crack argentino en mayo de 2014. Así quedaron las cosas y desde entonces no ha habido comunicación oficial entre los Messi y el Barcelona.
El detonante judicial
Para poner en contexto aquella crisis resulta imprescindible recordar un acontecimiento clave. Pocos días antes, el 6 de julio, la Audiencia Provincial de Barcelona condenó a Leo Messi y a su padre a 21 meses de prisión por tres delitos fiscales: defraudar 4,1 millones de euros a Hacienda, durante 2007, 2008 y 2009, por no tributar en España 10,1 millones percibidos como ingresos por sus derechos de imagen. Messi fue condenado a siete meses de prisión por cada año en que defraudó a Hacienda y a pagar una multa de 2 millones de euros, mientras su padre recibió la misma pena de cárcel y una multa de un millón y medio. El proceso se inició en junio de 2013 y en septiembre ya pagó 5 millones por los tres delitos y regularizó su situación ante la Agencia Tributaria.
Once días antes de ser declarado culpable por la justicia española, el 26 de junio, Messi había recibido otro varapalo, éste deportivo. La derrota en la final de la Copa América ante Chile resultó muy dolorosa para él, ya que falló en la tanda de penaltis que decidía el campeón. Era su tercera final perdida en tres años y no pudo aguantarlo. Esa misma noche anunció que renunciaba a la selección. Por suerte, el calentón se le pasó y el 2 de septiembre volvió a defender los colores de Argentina para derrotar a Uruguay 1-0, gol suyo, claro.
Bartomeu no lo ve claro
Precisamente a ese cambio de opinión respecto a su selección se aferran en el Barcelona para ver medio llena la botella de la renovación de Messi. Cerradas las ampliaciones de contrato de Neymar, Busquets y Mascherano, encaminada la de Luis Suárez, y con Iniesta, Ter Stegen y Rakitic aguardando turno, Bartomeu llamará en enero al padre del jugador con un objetivo: no pasar a la historia como el presidente que dejó escapar a Messi. Sabe que no será fácil, por eso no pudo mostrarse tan tajante como le habría gustado con The Telegraph el 1 de noviembre: "En dos meses iniciaremos las conversaciones con Messi para su renovación. No sé qué pasará en el futuro, pero por supuesto que siempre intentaremos explicarle que está en el mejor club del mundo, que este es el mejor sitio para él y que está teniendo la mejor experiencia de su vida con nosotros".