(Efe) – "El champán es fiesta y las cosas no están para fiestas", asegura Pierre, que regenta una conocida tienda del más famoso espumoso del mundo en Épernay, el corazón de la Champaña.
Aunque los turistas no han dejado de venir, Pierre afirma que son menos, muchos menos que en otras temporadas y eso también se ha visto en su volumen de negocios. Una tendencia que concuerda con la caída de las ventas que registra el champán desde primeros de año.

El fenómeno puede tener dimensiones históricas. En lo que va de año, el negocio del espumoso se ha desplomado un tercio. Y es que la pandemia de coronavirus ha cerrado bares y restaurantes de todo el mundo, una de las salidas tradicionales del champán.

La crisis financiera del 2008 tuvo un impacto mucho más limitado y se saldó con una caída de la facturación del 5 %. «Entonces, muchos tenían algo que celebrar», bromea Pierre.
En la región aún creen en una recuperación. «Los próximos años nos dirán si el champán sigue invitando a soñar.

A diferencia de las grandes marcas, que tienen bien engrasados sus canales de distribución entre supermercados, bares, restaurantes y aeropuertos, los pequeños han tenido que labrarse su propia clientela de particulares a base de ferias y salones.