Los consejos del Dr. Vidal: ejercicio y alimentación para aumentar defensas contra el coronavirus.

Dormir siete horas y reducir el nivel de estrés mejoran el sistema inmune.

Vivimos rodeados de virus, bacterias y muchos microorganismos patógenos que ponen en riesgo nuestro sistema inmunitario, una red compleja de células, tejidos y órganos que funcionan en equipo para defendernos de los gérmenes. Pero ¿cómo ayudar a nuestro cuerpo a reconocer estos "invasores" y mantenerlos fuera de nuestro organismo? Cuando el cuerpo detecta sustancias extrañas que lo invaden (llamadas "antígenos"), el sistema inmunitario trabaja para reconocerlas y eliminarlas.
Los linfocitos B se encargan de fabricar anticuerpos, que son proteínas especializadas que localizan e inmovilizan a antígenos específicos, durante el tiempo que están en el cuerpo. Por lo tanto, si el sistema inmunitario se vuelve a encontrar con ese antígeno, dispondrá de anticuerpos para que desempeñen su función. Por eso, cuando una persona contrae determinada enfermedad, como la varicela, lo más habitual es que no vuelva a contraer.
Esto también explica que las vacunas sirvan para prevenir algunas enfermedades. Una vacuna introduce en el cuerpo el antígeno de una forma que no hace que la persona enferme, pero sí que su cuerpo fabrique anticuerpos que la protegerán de futuros ataques por parte del germen causante de la enfermedad. Aunque los anticuerpos pueden reconocer un antígeno e inmovilizarlo, no lo pueden destruir sin ayuda. Esa es función de los linfocitos T. Estas células se encargan de destruir a los antígenos que han sido inmovilizados por los anticuerpos o a aquellas células que se han infectado o que han cambiado por algún motivo (algunos de los linfocitos T se llaman también "células asesinas" o "células k", del inglés, killer). Los linfocitos T también ayudan a indicar a otras células (como los fagocitos) que desempeñen su función.
Además, los anticuerpos también pueden neutralizar toxinas, sustancias venenosas o perjudiciales fabricadas por distintos organismos; o activar un grupo de proteínas llamadas complemento que también forman parte del sistema inmunitario, que ayuda a destruir bacterias, virus y células infectadas y que ofrecen al cuerpo protección contra las enfermedades. Esta protección se llama inmunidad.

Tipos de inmunidad
Los seres humanos tienen tres tipos de inmunidad, que de una forma u otra les protegen de diferentes enfermedades:
1. Innata: todo el mundo nace con una inmunidad natural, un tipo de protección general, como por ejemplo el que nos ofrece la piel que actúa como una barrera para impedir que los gérmenes entren en el cuerpo y el sistema inmunitario sabe reconocer cuándo algunos invasores pueden ser peligrosos.
2. Adapta
tiva: se desarrolla a lo largo de la vida de una persona, cuando ésta se va exponiendo a enfermedades o se inmuniza a ellas a través de las vacunas.
3. Pasiva: es un tipo de protección "prestada" de una fuente externa y es de breve duración. Por ejemplo, los anticuerpos que contiene la leche materna proporcionan al bebé una inmunidad temporal contra las enfermedades a las que se había expuesto su madre durante el embarazo. También se incluyen en este grupo de forma artificial las vacunas.

Cómo mejorar la inmunidad

Gestionar el estrés: no todas las personas atraviesan correctamente las situaciones de forma tranquila y relajada, pero justo eso, estar en un estado de no alerta, es un factor positivo para la inmunidad. Está bien documentada la relación entre el cortisol y el estrés. Pero una hipercortisolemia altera la red de citoquinas inflamatorias.

Realizar ejercicio: mejorar el estatus del tejido muscular optimizará el sistema inmune al elevar la cantidad de la glutamina, que es el aminoácido más frecuente en el tejido muscular y esencial para el sistema inmune.

Aumentar la calidad y la cantidad del sueño: en las viviendas se suelen dar bastantes factores que empeoran o entorpecen el descanso. Las luces blancas después de la puesta de sol, que provocan la inhibición parcial y total de la melatonina, el consumo rutinario de estimulantes, las comidas cercanas al momento de dormir o no tener una rutina horaria estable pueden impactar negativamente en uno de los momentos más importantes del día. El sistema inmune es responsable del aumento de sueño relacionado con la infección. Aumenta las citoquinas proinflamatorias que harán un entorno desfavorable para el microorganismo patógeno.

Elevar la exposición solar: el déficit de vitamina D es un problema de salud pública. Esta vitamina tiene receptores en varias de las células del sistema inmune por lo que parece que juega un papel importante en la autoinmunidad.

Alimentación: es conveniente ampliar el uso que se hace de alimentos ricos en zinc como chocolate negro, arroz integral, huevos , carnes (ecológicas y alimentadas con pasto preferiblemente), semillas y cacahuetes; hierro como carnes, mariscos, frutos secos, verduras de hoja verde, legumbres y espirulina; vitamina C como grosella, perejil, pimiento rojo, coles de Bruselas, brócoli, kiwi, papaya y naranja; vitamina A como lácteos, zanahoria, brócoli, batata, col, espinacas, melón, mango, albaricoque, carne y pescado; o vitaminas B como legumbres, sardinas, huevo, salmón, frutos secos y vegetales. (Expasion.com)